jueves, 30 de mayo de 2013

UN BERNARDO DE CLARAVAL CONTEMPORANEO










LA LIGA DEL VIENTO DIVINO


En la novela "Caballos desbocados", Mishima empotra un relato preñado de aire épico: "La liga del Viento Divino", bello como el brillo de una katana. De un tiempo a esta parte, en LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS, hemos aludido al "Viento Sagrado", para referirnos a un espíritu indómito de combate tenaz, inspirado a instancias de la Santa Fe y auspiciado por los ángeles de DIOS; pero, no por invisible, este "Viento Sagrado" dejó de plasmarse, más allá de la metáfora, en la historia fáctica como ocurriera en la batalla del Río Frígido. En la historia de Japón también hubo un acontecimiento parecido que nos refiere Mishima:




"Si los hombres fuesen puros de corazón y reverenciaran al Emperador por encima de todo, el Viento Divino se levantaría de inmediato, tal como sucediera en tiempos de la invasión mongólica, y los bárbaros serían expulsados".

De ahí tomaron el nombre grupal los samuráis y sacerdotes shintoístas que formaron la Liga del Viento Divino.

¿Qué fue la "Liga del Viento Divino"? Para el burgués pragmático, un brindis al Sol que acabó en una absurda matanza. Para el hombre contemporáneo, un canto de cisne de una época y un estilo de vida que corría a su extinción natural. Para el hombre religioso, aquella gesta samurái es una expresión de la verdadera fecundidad del sacrificio, el ejemplo más acabado de fidelidad íntegra a unos principios que quería anular la revolución -que en su malignidad es un movimiento universal- al irrumpir en Japón los vicios y las aberraciones del occidente positivista y materialista, revolucionario. Los japoneses leales tampoco lo comprendieron, el mismo Mishima habla del "occidente cristiano", como si lo que llamamos "occidente" fuese, a esas alturas del siglo XIX, cristiano; cuando todos sabemos que ya no lo era.

Ritual del Seppuku, suicidio sacrificial


La Liga del Viento Divino, acaudillada por el sacerdote Otaguro planeó una insurrección de samuráis que llevarían a cabo el ritual de purificación por el cual Japón sería devuelto a su tradición que desviaban las sirenas del progresismo. Así, pensaban aquellos hombres, se impediría que la corrupción avanzara. La purga consistiría en el asesinato de todos los políticos y agentes nipones occidentalizados, los culpables de introducir las novelerías modernas.

Los hombres que formaban la Liga eran, permítasenos la licencia nominal, auténticos integristas nipones. Tomo Noguchi, por ejemplo, se negaba a caminar ni entre postes ni bajo hilos telegráficos, y cuando tenía que pasar forzosamente bajo ellos, se ponía el abanico sobre su cabeza a manera de escudo protector. Es un rasgo que muestra el instinto del hombre cabal, de puro corazón, que se resiste a las novedades de la técnica por considerarlas hostiles a la esencia de su tradición. Todavía en España, pudimos ver hasta hace poco el buen sentido de muchos ancianos y ancianas, como las que yo he oído, cuando ante el televisor las he escuchado diciendo: "Por ahí entra el demonio". Y buena razón llevaban. La sonrisa que se pinta en la cara del moderno ante estas anécdotas es algo que nos repugna, por ser fruto de su ignorancia colosal, de su engreimiento e infinita tontería profana.

Mientras el gobierno japonés -viciado de modernismo- iba conformando un ejército regular al modo occidental, estos hombres serían marginados como obsoleto lastre del pasado japonés. Se les prohibió ceñir la espada: "La espada japonesa, al ser canjeada por el sable, perdía su alma" -nos dice Mishima. Los más jóvenes de ellos "creían en la existencia de una conspiración, preparada para despojar a los dioses de su dignidad, alejarlos y reducirlos en la mayor medida de lo posible a la insignificancia".

Los hombres de la Liga del Viento Divino asaltaron el castillo de Kumamoto, el octavo día del noveno mes. Caer con tanta sorpresa sobre las guarniciones militarizadas del gobierno occidentalista japonés se resolvió, al principio, en una masacre a espada. Como tigres feroces, con sus katanas dieron cuenta de la soldadesca que la revolución había movilizado para convertir a Japón en un país como otro cualquiera. Pero, cuando en la confusión los militares pudieron hacerse con armas de fuego, la suerte dio un viraje y los samuráis fueron cayendo, sembrando el campo de cadáveres.

Harukata Kaya, blandiendo su katana, cargó contra los fusiles a la cabeza de algunos samuráis que le secundaron. Las balas los mataron. Harukata Kaya murió invocando al Dios de las Batallas: "¡Hachiman, dios de las batallas!" -fueron sus últimas palabras.


Controlada la situación por el ejército regular, los sumuráis supervivientes trataron de huir. Se le obturaron todas las vías de escapatoria. Y uno a uno, a excepción de uno que cumplió cadena perpetua, fue suministrándose la muerte ritual del seppuku (vulgarmente conocido como "hara-kiri".)

Sea el epitafio para todos ellos el poema que compuso Tadao Saruwatari y que llevaría escrito en un paño blanco que envolvería su cabeza de guerrero:

"Dividida nuestra Patria, vendida a los bárbaros, En peligro el Sagrado Trono, Que los dioses del Cielo y la Tierra auspicien nuestra leal devoción".


Era el año 1876 cuando aquellos samuráis ofrendaron sus vidas en una hecatombe apoteósica. Fue una ofrenda de la sangre de sus enemigos y de su propia sangre en aras de principios superiores a sus existencias individuales.

Muy lejos del Imperio del Sol Naciente, en España, el 28 de febrero de 1876, el rey ilegítimo Alfonso XII entraba en Pamplona, tras haber sido derrotado el Ejército de la Lealtad carlista en Estella. Los hidalgos españoles también se habían inmolado por los principios sagrados de Dios, la Patria, los Fueros y el Rey, nuestros verdaderos fundamentos como Nación, nuestra Santa Tradición.

También nuestros antepasados pudieron escribir en sus banderas:

"Dividida nuestra Patria, vendida a los bárbaros, 
En peligro el Sagrado Trono, 
Que Dios Señor de los Ejércitos, de Cielos y Tierra, 
Auspicie nuestra leal devoción."

El sacrificio de aquellos hombres, japoneses y españoles, nunca será en vano. Su derrota no confirma en modo alguno la victoria de sus enemigos, pues su muerte honrosa es ejemplo de las generaciones posteriores y venideras, por los siglos de los siglos.

En 2009 todavía quedan, por pocos que sean, samuráis en Japón. En 2009 todavía quedamos en España carlistas.

El Viento Sagrado está latente en los aires... Parafraseando aquella sentencia de los hombres de la Liga del Viento Divino, podemos decir nosotros:

"Si los hombres fuesen puros de corazón y adoraran a Cristo Rey por encima de todo, veneraran a la Patria y fuesen leales al Rey Legítimo, el Viento Divino se levantaría de inmediato, tal como sucediera en tiempos de Teodosio, y los bárbaros serían expulsados."


Existe una hermandad de espíritu entre todos aquellos hombres que son capaces de dar la vida por algo superior. Eso es lo que nunca han podido comprender los cobardes y viles engendros de la Revolución, nuestros eternos y universales enemigos.

Eso será lo que derrotará a la Revolución: la semilla cargada de eternidad que se oculta en todo sacrificio.


(CABALLOS DESBOCADOS LIBRO PDF)

martes, 28 de mayo de 2013

TESTAMENTO ESPIRITUAL DE SAN LUIS A SU HIJO




Hijo amadísimo, lo primero que quiero enseñarte es que ames al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas; sin ello no hay salvación posible. Hijo, debes guardarte de todo aquello que sabes que desagrada a Dios, esto es, de todo pecado mortal, de tal manera que has de estar dispuesto a sufrir toda clase de martirios antes que cometer un pecado mortal. Además, si el Señor permite que te aflija alguna tribulación, debes soportarla generosamente y con acción de gracias, pensando que es para tu bien y que es posible que la hayas merecido. Y, si el Señor te concede prosperidad, debes darle gracias con humildad y vigilar que no sea en detrimento tuyo, por vanagloria o por cualquier otro motivo, porque los dones de Dios no han de ser causa de que le ofendas. Asiste, de buena gana y con devoción, al culto divino, mientras estés en el templo, guarda recogida la mirada y no hables sin necesidad, sino ruega devotamente al Señor con oración vocal o mental. Ten piedad para con los pobres, desgraciados y afligidos, y ayúdales y consuélalos según tus posibilidades. Da gracias a Dios por todos sus beneficios, y así te harás digno de recibir otros mayores. Obra con toda rectitud y justicia, sin desviarte a la derecha ni a la izquierda; ponte siempre más del lado del pobre que del rico, hasta que averigües de qué lado está la razón. Pon la mayor diligencia en que todos tus súbditos vivan en paz y con justicia, sobre todo las personas eclesiásticas y religiosas. Sé devoto y obediente a nuestra madre, la Iglesia romana, y al sumo pontífice, nuestro padre espiritual. Esfuérzate en alejar de tu territorio toda clase de pecado, principalmente la blasfemia y la herejía. Hijo amadísimo, llegado al final, te doy toda la bendición que un padre amante puede dar a su hijo; que la Santísima Trinidad y todos los santos te guarden de todo mal. Y que el Señor te dé la gracia de cumplir su voluntad, de tal manera que reciba de ti servicio y honor, y así, después de esta vida, los dos lleguemos a verlo, amarlo y alabarlo sin fin. Amén.



lunes, 27 de mayo de 2013

EL HONOR





La muerte no es eterna; el deshonor, sí




DISCURSO ENRIQUE V (WILLIAM SHAKESPEARE)



WESTMORELAND ¡Ójala tuviéramos aquí ahora Aunque fuera diez mil de aquellos hombres que en Inglaterra Están hoy ociosos! 

REY ENRIQUE V ¿Quién pide eso? ¿Mi primo Westmoreland? No, mi buen primo: Si hemos de morir, ya somos bastantes Para causar una pérdida a nuestro país; y si hemos de vivir, Cuantos menos hombres seamos, mayor será nuestra porción de honor. ¡Dios lo quiera! te lo ruego, no desees un solo hombre más. Por Júpiter, no codicio el oro, Ni me importa quién se alimente a mi costa; No me angustia si los hombres visten mis ropas; Esos asuntos externos no ocupan mis deseos: Pero si es pecado codiciar el honor, Soy la más pecadora de las almas vivientes. No, creeme, primo, no desees un solo hombre de Inglaterra: ¡Paz de Dios! no perdería un honor tan grande Como el que un solo hombre creo que me arrebataría por lo que más deseo. ¡Oh, no pidas uno solo más! Proclama, en cambio, Westmoreland, por mi ejército, Que el que no tenga estómago para esta pelea, Que parta; se redactará su pasaporte Y se pondrán coronas para el viático en su bolsa: No quisiéramos morir en compañía de un hombre Que teme morir en nuestra compañía. Este día es la fiesta de Crispiniano: El que sobreviva a este día y vuelva sano a casa, Se pondrá de puntillas cuando se nombre este día, Y se enorgullecerá ante el nombre de Crispiniano. El que sobreviva a este día, y llegue a una edad avanzada, Agasajará a sus vecinos en la víspera de la fiesta, Y dirá: 'Mañana es San Crispiniano'. Entonces se alzará la manga y mostrará sus cicatrices Y dirá, 'Esta heridas recibí el día de Crispín'. Los viejos olvidan: y todo se olvidará, Pero élrecordará con ventaja Qué hazañas realizó en ese día: entonces recordará nuestros nombres. Familares en sus labios como palabras cotidianas Harry el rey, Bedford y Exeter, Warwick y Talbot, Salisbury y Gloucester, Se recordarán como si fuera ayer entre sus jarras llenas. El buen hombre contará esta historia a su hijo; Y nunca pasará Crispín Crispiniano, Desde este día hasta el fin del mundo, Sin que nosotros seamos recordados con él; Nosotros pocos, nosotros felizmente pocos, nosotros, una banda de hermanos; Porque el que hoy derrame su sangre conmigo Será mi hermano; por vil que sea, Este día ennoblecerá su condición: Y los gentileshombres que están ahora en la cama en Inglaterra Se considerarán malditos por no haber estado aquí, Y tendrán su virilidad en poco cuando hable alguno Que luchara con nosotros el día de San Crispín. 

 Al día siguiente, la banda de hermanos de Enrique V aplastó al ejército francés en Azincourt de una manera absoluta, gracias a sus arqueros y la mala estrategia francesa. Mediante el Tratado de Troyes de 1420, Carlos VI de Francia aceptó conceder al rey inglés la mano de su hija Catalina y, como dote, los ducados de Normandía y Anjou.


EL BUEN SAMARITANO




"Hoc est praeceptum meum ut diligatis invicem sicut dilexi vos "
 Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado




jueves, 23 de mayo de 2013

CABALLEROS HUNGAROS 1956


La Revolución húngara de 19564 (en húngaro: 1956-os forradalom or felkelés) fue un movimiento revolucionario espontáneo de alcance nacional contra el gobierno de la República Popular de Hungría y sus políticas impuestas desde la Unión Soviética, que duró desde el 23 de octubre hasta el 10 de noviembre de 1956.


"Pueblos civilizados del mundo, oigan esto y vengan en nuestra ayuda, no con declaraciones, sino con fuerza, con soldados y con armas; recuerden que no se puede detener de otra manera esta salvaje agresión del Bolcheviquismo. Vuestro turno llegará también una vez que nosotros hayamos perecido ¡Salven nuestras almas! ¡Salven nuestras almas! Pueblos de Europa, a quienes hemos ayudado por siglos a detener los ataques de los bárbaros, oigan las campanas de Hungría anunciando el desastre. Pueblos civilizados del mundo, les imploramos nos ayuden en nombre de la justicia, de la libertad, del principio moral de la solidaridad activa. Nuestro barco se hunde. La luz se acaba, las tinieblas se hacen más densas a cada hora sobre la tierra de Hungría. Oigan este grito, pueblos civilizados del mundo y actúen; extiendan hasta nosotros su mano fraternal. ¡S.O.S.! ¡S.O.S.! Que DIOS  esté con ustedes."




miércoles, 22 de mayo de 2013

LA CRÍTICA A LOS DEMÁS


Reprender y corregir a alguien por sus errores es importante. Este acto esencialmente caritativo es la primera obligación del Guerrero. Pero hay que esforzarse en hacerlo de la manera conveniente. En efecto, es fácil encontrar cualidades y defectos en la conducta del prójimo. También es igualmente fácil criticarlo. La mayoría de las personas se imagina que es por gentileza que dicen a los otros lo que no desean oír y si alguna vez sus críticas son mal acogidas, piensan que los otros son incurables. Tal manera de pensar no es razonable. La misma da tan malos resultados como colocar a alguien en una situación embarazosa o bien si alguien nos insultara. Esto no es muchas veces más que una mala manera de sacar lo que nos pesa en el corazón. 

La crítica sólo debe intervenir después de haber discernido si la persona la aceptará o no, después que uno se ha hecho amigo de ella, de haber compartido sus intereses y de haberse comportado de manera tal que nos concede su entera confianza para que tenga fe en nuestras palabras. Luego interviene el tacto. Hay que sentir el buen momento y la buena manera de ejercer su crítica - por carta o al regresar de una reunión particularmente agradable-. Hay que empezar comentando sus propios fallos y luego llevar a su interlocutor a comprender, sin pronunciar más palabras de las necesarias. Hay que alabar sus méritos; esforzarse en darle ánimos, en preparar su humor; volverlo tan receptivo a las observaciones del mismo modo que el hombre sediento lo es al agua. Es entonces cuando hay que corregir sus errores. La crítica constructiva es delicada. Sé por experiencia que las costumbres malas y antiguas, no ceden sin fuerza. 

Me parece que la actitud más verdaderamente caritativa consiste, para todos los Guerreros al servicio de un mismo SEÑOR, en ser benevolentes y amistosos los unos con lo otros, corregir mutuamente sus errores para servir luego al SEÑOR. Poniendo a alguien voluntariamente en una situación embarazosa no se hace nada constructivo. ¿Cómo podría ser de otro modo?





CABALLEROS CRISTIANOS WWII




Vosotros tenéis una causa por la cual podéis pelear sin poner en peligro vuestra alma; una causa en la que ganar es glorioso y por la que morir no es sino ganar (….) No perdáis esta oportunidad. Tomad el signo de la cruz. De inmediato tendréis indulgencia por todos los pecados que confeséis con arrepentimiento. No os cuesta mucho comprarla; y si la usáis con humildad, descubriréis que es el reino del cielo.



MUJER VIRTUOSA QUIEN LA HALLARA?






LA FAMILIA

Gloria a DIOS en las alturas 
Y en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad.
Te alabamos, te bendecimos, te glorificamos, 
te damos gracias por tu gloria infinita. 
Señor DIOS, Rey de los Cielos, 
DIOS Padre omnipotente 
Señor hijo único JESUCRISTO
Señor DIOS, cordero de DIOS, Hijo del Padre 
Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. 
Tú que quitas el pecado del mundo, acoge nuestras súplicas. 
Tú que estás sentado a la diestra del Padre, ten piedad de nosotros.
Porque solo Tú eres Santo, Tú sólo, Señor Tú sólo, Altísimo JESUCRISTO. 
Con el Espíritu Santo en la Gloria de DIOS PADRE.





ALGO DE MUSICA








LA MAYOR NECESIDAD


La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos. (La educación, p. 57) - año 1894. Elena de White

EL CÓDIGO DE BUSHIDO


Estos son los siete principios que rigen el código de Bushido, la guía moral de la mayoría de samurai de Rokugan. Sed fieles a él y vuestro honor crecerá. Rompedlo, y vuestro nombre será denostado por las generaciones venideras. 

  


 1. GI - Honradez y Justicia

Sé honrado en tus tratos con todo el mundo. Cree en la Justicia, pero no en la que emana de los demás, sino en la tuya propia. Para un auténtico samurai no existen las tonalidades de gris en lo que se refiere a honradez y justicia. Sólo existe lo correcto y lo incorrecto. 

2. YU - Valor Heroico

Álzate sobre las masas de gente que temen actuar. Ocultarse como una tortuga en su caparazón no es vivir. Un samurai debe tener valor heroico. Es absolutamente arriesgado. Es peligroso. Es vivir la vida de forma plena, completa, maravillosa. El coraje heroico no es ciego. Es inteligente y fuerte. Reemplaza el miedo por el respeto y la precaución.

 3. JIN - Compasión

 Mediante el entrenamiento intenso el samurai se convierte en rápido y fuerte. No es como el resto de los hombres. Desarrolla un poder que debe ser usado en bien de todos. Tiene compasión. Ayuda a sus compañeros en cualquier oportunidad. Si la oportunidad no surge, se sale de su camino para encontrarla. 

 4. REI - Cortesía

Los samurai no tienen motivos para ser crueles. No necesitan demostrar su fuerza. Un samurai es cortés incluso con sus enemigos. Sin esta muestra directa de respeto no somos mejores que los animales. Un samurai recibe respeto no solo por su fiereza en la batalla, sino también por su manera de tratar a los demás. La auténtica fuerza interior del samurai se vuelve evidente en tiempos de apuros. 

 5. MEYO - Honor

El Auténtico samurai solo tiene un juez de su propio honor, y es él mismo. Las decisiones que tomas y cómo las llevas a cabo son un reflejo de quien eres en realidad. No puedes ocultarte de ti mismo. 

 6. MAKOTO - Sinceridad Absoluta

Cuando un samurai dice que hará algo, es como si ya estuviera hecho. Nada en esta tierra lo detendrá en la realización de lo que ha dicho que hará. No ha de "dar su palabra." No ha de "prometer." El simple hecho de hablar ha puesto en movimiento el acto de hacer. Hablar y Hacer son la misma acción. 

 7. CHUGO - Deber y Lealtad

Para el samurai, haber hecho o dicho "algo", significa que ese "algo" le pertenece. Es responsable de ello y de todas las consecuencias que le sigan. Un samurai es intensamente leal a aquellos bajo su cuidado. Para aquellos de los que es responsable, permanece fieramente fiel. Las palabras de un hombre son como sus huellas; puedes seguirlas donde quiera que él vaya. Cuidado con el camino que sigues.


LA MILICIA SECULAR Y LA NUEVA MILICIA

LA MILICIA SECULAR

¿Cuál es el fin y el fruto, no digo de esta milicia, sino de esta malicia del siglo, cuando aquel que mata peca mortalmente y aquel que muere perece por una eternidad? Por servirme de palabras del Apóstol: Aquel que trabaja, debe trabajar en la esperanza de la recolección, y aquel que siembra grano, debe hacerlo en la esperanza de gozar de su fruto. Decidme, soldados: ¿qué ilusión espantosa es esta y que insoportable furor combatir con tantas fatigas y gastos sin otro jornal que el de la muerte o del crimen? Cubrís los caballos de bellas ropas de seda, forráis las corazas con ricas telas que cuelgan de ellas, pintáis las picas, los escudos y las guardas, lleváis las bridas de los caballos y las espuelas cubiertas de oro, de plata y de pedrería, y con toda esa pompa brillante os precipitáis a la muerte con vergonzoso furor y con una estupidez que no tiene el menor miramiento. ¿Son estos arreos militares, o puros adornos femeninos? ¿O pensáis que la espada del enemigo se va a amedrentar por el oro que lleváis, que os preservará la pedrería y que no será capaz de traspasar esas telas de seda? En fin, yo juzgo, y sin duda vosotros lo experimentaréis con bastante frecuencia, que hay tres cosas que son enteramente necesarias a un combatiente: que el soldado sea fuerte, hábil y precavido para defenderse, que tenga total libertad de movimientos en su cuerpo para poder desplazarse por todos los lados, y decisión para cargar. Vosotros, por contra, mimáis la cabeza como las damas, lleváis grandes cabelleras que constituyen un obstáculo para la vista; embarazáis las piernas con vuestros largos vestidos, envolvéis vuestras tiernas y delicadas manos con grandes manoplas. Pero, sobre todo, y es lo que debe turbar más la conciencia de un soldado, es que las razones por las que se emprenden guerras tan peligrosas son ligeras i fútiles. Porque lo que suscita los combates y las querellas entre vosotros no es, en la mayor parte de las veces, sino una cólera irrefrenable, un afán de vanagloria o la avaricia de poseer cualquier territorio. Por motivos de tal género no vale la pena matar o exponerse a ser vencido. 

LA NUEVA MILICIA



Pero los soldados de Cristo combaten confiados en las batallas del Señor, sin temor a pecar cuando vencen al enemigo ni por poner en peligro la propia vida, porque la muerte que se da o recibe por amor de Cristo, lejos de ser criminal, es digna de mucha gloria. Consiguen además dos cosas: por una parte, se hace una ganancia para Cristo, por otra es Cristo mismo lo que se adquiere; porque este recibe gustoso la muerte de su enemigo en desagravio y se da con más gusto aún a su fiel soldado para su consuelo. Así, el soldado de Cristo mata seguro a su enemigo y muere con mayor firmeza. Se sucumbe, sale ganador; y si vence, gana Cristo, porque no lleva sinrazón la espada, pues es ministro de Dios para ejecutar la venganza sobre los malos y defender la virtud de los buenos. Por otra parte, cuando mata a un malhechor no debe ser conceptuado por homicida, sino, por decirlo de alguna manera, por malicida, por el justo vengador de Cristo en la persona de los pecadores y defensor de los cristianos. Y cuando él mismo pierde la vida, alcanza su meta. La muerte que él causa es un beneficio para Cristo y la que recibe de él es su dicha verdadera. Un cristiano se honra en la muerte de un pagano porque Cristo es glorificado en ella y la libertad del Rey de reyes se pone de manifiesto en la muerte de un soldado cristiano pues llama al soldado para ofrecerle su recompensa. Por esta razón, el justo se regocijará viendo la venganza consumada. Y podrá decir: ¿Quedará el justo sin recompensa? ¿No hay un Dios que hace justicia sobre la tierra? Es cierto que no se debería exterminar a los paganos si hubiese algún otro medio de impedir sus ofensivas y reprimir las opresiones violentas que ejercen contra los fieles. Pero, por lo de ahora, es mejor matarlos para que el latigazo de los pecadores no se abata sobre el destino de los justos, y para que los justos no extiendan su mano a la iniquidad. 

¿Y ahora? Si de algún modo le fuera permitido a un cristiano usar la espada, ¿por qué el precursor del Salvador aconsejó a los soldados que debían contentarse con su soldada y no prohibió toda clase de servicio militar? Pero si, por el contrario –y ésta es la auténtica interpretación– tal profesión es lícita para todos aquellos a los que Dios destinó a ella y no están empeñados en otra profesión más perfecta, ¿quién, os pregunto, la puede ejercer mejor que nuestros valerosos caballeros, que por la fuerza de su brazo y de su coraje conservan generosamente la ciudad de Sion, baluarte para todos nosotros, a fin de que, arrojados de Él los enemigos de la ley de Dios, el pueblo de los justos, custodios de la verdad, puedan con toda seguridad entrar allí? Dispersen, pues, y disipen con seguridad a las naciones belicosas y sean exterminados aquellos que nos conturban continuamente y arrojados de la ciudad del Salvador todos los impíos que cometen la iniquidad, que anhelan robar las incalculables riquezas acumuladas en Jerusalén por el pueblo cristiano, profanando las cosas santas, y poseer el derecho de herencia el santuario de Dios. Sean desenvainadas las dos espadas de los fieles contra las cabezas de los enemigos a fin de destruir todo orgullo que se erija contra la ciencia de Dios, que es fe cristiana, para que los gentiles no digan un día: ¿Dónde está el Dios de estas naciones? 

Una vez expulsados los enemigos de su casa, Él mismo volverá a su heredad, de la cual predijo en su cólera: Ved que vuestra casa quedará desamparada como un desierto; y de la que se queja por la boca de su profeta en estas palabras: Dejé mi casa y abandoné mi heredad. Cumplirá esta profecía de Jeremías: El Señor rescató a su pueblo y lo liberó; y ellos vendrán y se regocijarán sobre la montaña de Sion y gozarán con placer de los bienes del Señor. Alégrate, ¡oh, Jerusalén! y reconoce el tiempo de tu salvación. Regocijaos y cantad a coro, ruinas de Jerusalén, porque Dios consoló a su pueblo, liberó a Jerusalén y levantó su brazo delante de todas las naciones. Virgen de Israel, estabas caída y no se hallaba persona que te levantase. Levántate ahora, hija de Sion, virgen cautiva, y sacúdete el polvo. Levántate, repito, sube hasta las alturas y mira el consuelo y la alegría que te trae tu Dios. Nunca más te llamarán abandonada y no te dirán que tu tierra está devastada, porque el Señor te prefiere a ti y tu tierra será habitada. Vuelve los ojos y mira a tu alrededor: todos estos pueblo se juntaron y vinieron a ti. Del lugar santo fue enviado este auxilio, y verdaderamente por medio de estas tropas fieles se cumple en tu favor esta antigua promesa, de la que habló el profeta: Te haré el orgullo de los siglos, la alegría de las generaciones futuras: mamarás la leche de las naciones y serás alimentada del pecho de los reyes. Y en otra parte: Como una madre acaricia a sus hijos, asís os consolaré yo; en Jerusalén seréis consolados. ¿No veis cómo aprueban muchos testimonios de los profetas nuestra milicia y cómo lo que oyéramos lo vimos en la ciudad de Dios, del Señor de los ejércitos? Es menester, con todo, tener un gran cuidado de que esta explicación literal no perjudique en nada el sentido espiritual. De manera que debemos esperar para la eternidad esto que atribuimos al tiempo presente tomando a la letra las palabras de los profetas; para que las cosas que vemos no borren de nuestros espíritus las que creemos, ni lo poco que poseemos disminuya las riquezas que esperamos, ni la seguridad de los bienes presentes nos haga perder los de los siglos futuros. Y, en verdad, la gloria temporal de la ciudad terrestre no destruye en nosotros los bienes que nos están reservados en el cielo, sino que, al contrario, sirve para establecerlos mejor, si, con todo eso, no dudamos de ninguna manera que esta Jerusalén de aquí abajo es la figura verdadera de aquella que en los cielos es nuestra madre. 


SAN BERNARDO-DE LAUDE NOVAE MILITIAE AD MILITES TEMPLI